Desiderátum
Apureño.
Oscar Adolfo Alvarado.
Sin duda que la historia de la humanidad ha estado signada por las confrontaciones
y el empeño de unos cuantos en aprovecharse y mantener subyugados a otros. La cosa
seguramente comenzó cuando algunas tribus de trogloditas, particularmente los
más flojos y ambiciosos, se empeñaron en apropiarse, a garrotazos y pedradas,
de los recursos -y las mujeres- de sus vecinos cavernícolas; éstos últimos
plantearon la defensa o resistencia y de allí en adelante nació la guerra,
evolucionando en la misma medida que lo hacia la sociedad. En consecuencia es
una soberana tontería decir que fulano, sutano o mengano ha sido o es el
culpable de la división o la confrontación entre los habitantes de tal o cual
territorio o país. Las divisiones entre la humanidad han existido y existirán siempre,
al decir de un comediante, “ese es un peo histórico”.
Ahora bien, así como aparecieron los belicosos, agresivos y pendencieros
quienes formaban los berrinches “antier”,
cuando todavía éramos medio primates, hace algo así como unos 3 millones de
años, también estaban los que, en contrario, practicaban la comprensión, la
tolerancia y la coexistencia pacífica, buscando que predominara la racionalidad
y el entendimiento en medio de tanta brutalidad. Sería por eso que mucho tiempo
después, Simón Rodríguez expresó: "La
ignorancia es la causa de todos los males que el hombre se hace y hace a otros”.
Si nos detenemos un tantito a caracterizar la comunidad donde habitamos
nos encontraremos que entre nuestros vecinos existen los colaboradores, los
bonachones, algunos cuantos intro y extrovertidos y nunca faltarán los muérganos
mala gente o alcahuetas, cuyas conductas son la nota de discordia; uno porque
su proceder causa malestar o afecta a los demás, y lo otro porque si no son
ellos son sus hijos que amargan la tranquilidad y existencia de los moradores. He
aquí donde se aplica aquel aforismo popular – religioso que advierte: “de todo hay en la viña del señor”. Así
pues que estemos claros, las diferencias han existido siempre, pues el
pensamiento y las conductas humanas son procesos complejos, imposibles de estandarizar
u homogeneizar con total uniformidad.
En consecuencia, la actual situación venezolana no tiene su origen solamente
en las diferencias y ambiciones por la toma del poder político, que existen entre
quienes militamos en la Revolución Bolivariana y los que se integran en la MUD,
si eso fuese así, los niveles de expresión violenta y asesinatos cometidos en el
Golpe de Abril de 2002, las Guarimbas posteriores y los casos más recientes no hubiesen
sucedido, y digo que no porque nuestra población, aún cuando tiene
desencuentros, siempre ha preferido los caminos del entendimiento, pero cuando
un interés foráneo mete sus manos, allí aparecen los más graves problemas. Puede
resultar risible la comparación pero es algo así como cuando en un desencuentro
marital se mete un chismoso o chismosa, quien apetece sexualmente a uno de los
consortes en discordia: la chispa coge candela y el incendio calcina la
relación mientras el tercero se aprovecha por lograr su objetivo.
En fin, para que los venezolanos resolvamos nuestros asuntos no
necesitamos de la injerencia de aquellos países que siempre han logrado su imponente
desarrollo a costa de subyugar los pueblos y robar los recursos de las naciones
más deprimidas. Esos países jamás estarán de acuerdo en que nosotros vivamos en
medio de la paz, pues si eso sucediera entonces no se pudieran ellos seguir aprovechando
de los recursos, en este caso particular, el más importante: el petróleo
venezolano.
Aunque exista cualquier cantidad de problemas y carencias en nuestro
país y aunque las diferencias se manifiesten por el deseo de tomar el poder
político, ninguna de esas circunstancias deben permitir que terceros intereses
nos lleven a una confrontación fratricida entre el mismo pueblo. La
Constitución Nacional tiene establecidos los caminos por donde transitar para
resolver nuestros asuntos en medio de la Paz; Bolívar el Libertador, en carta
del 10 de junio de 1820, a su más enconado enemigo encubierto, el general
Santander, lo decía: “La paz será mi puerto, mi gloria, mi recompensa, mi
esperanza, mi dicha y cuanto es precioso en el mundo”. Él así lo entendía y por
ello, aunque lideró la guerra, lo hizo porque el contexto histórico lo
ameritaba para lograr nuestra independencia, tanto así que en la misma carta
dice: “El primer día de paz, será el
último de mi mando”. Entonces los venezolanos de hoy tenemos como el más
grande desafío, mantener la Paz y en medio de ella buscar las soluciones a nuestros
asuntos internos. (Santa
Rosa, Biruaca, 26/02/2015).
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