Desiderátum
Apureño.
Por: Oscar Adolfo Alvarado.
Sin ninguna duda y sin
ser criminólogo, jurisconsulto o magistrado del máximo órgano de justicia
nacional, que la denominación de ladrón no tiene atenuantes sino agravantes,
pues se le llama ladrón a quien se roba una aguja como también a quien se roba
un avión. Son las leyes las que clasifican o tipifican la gravedad del delito y
corresponde a los entes de justicia la imputación de los cargos para que al final
del respectivo proceso judicial se produzca la sentencia. Así pues que ladrón
es ladrón aquí y en Burundi igualmente. Sin embargo, hay ladrones cuyos delitos
generan consecuencias expansivas en la colectividad hacia el futuro y por tanto
mayores niveles de ira en quienes somos las víctimas, la sociedad entera.
Nuestra referencia de hoy es
sobre los reiterados hechos de robos a instituciones escolares y la sustracción
grosera de insumos médicos en hospitales y ambulatorios de la red pública, los
cuales se multiplican cada día y pareciera que, por lo reiterado más la
impunidad de quienes los cometen, nos estamos acostumbrando a soportarlos
estoicamente como algo “normal” o “común” y por tanto, algunas
autoridades sencillamente se hacen los ignaros e incluso cómplices en algunos o
tantos casos, es decir, los afectados debemos resignarnos con la negativa frase
interrogativa ¿Qué podemos hacer?
En mi modesta apreciación de
un hijo de campesinos formado en medio de limitaciones económicas, pero con un
amplio conjunto de valores humanos para apreciar con vehemencia el sistema
escolar público, ese mismo donde el estado venezolano aportó gran parte de los
recursos humanos y materiales, así como nuestra familia otro tanto, más la
dedicación amorosa para impulsarnos a superar niveles y llegar a ser el
profesional universitario que soy, puedo entonces asegurar que los robos a las
instituciones escolares es para la Nación entera la castración del futuro, es
amputarnos las extremidades para impedirnos avanzar hacia el progreso, es
ensañarse contra la infancia y la juventud para que su porvenir sea fúnebre,
sombrío y desesperanzador.
Los robos contra simoncitos,
escuelas, liceos y universidades, en la situación económica actual venezolana y
para siempre, deben ser considerados por la comunidad entera como crímenes
aterradores por las consecuencias que conllevan o las secuelas que causan.
Quitarles a los alumnos los equipos de informática, múltiples materiales
didácticos de indispensable necesidad en el proceso de enseñanza y aprendizaje,
así como los alimentos del Programa Alimentario Escolar, además del costosísimo
valor monetario que significan, es un crimen tan devastador para la infancia y
la juventud, como los efectos causados por las drogas y demás vicios, porque
tales hechos nos impiden formar los hombres útiles que el país necesita para
superar el atraso, la pobreza y el subdesarrollo en sentido general.
También sucede lo mismo
cuando los robos suceden en hospitales y ambulatorios donde acuden las grandes
mayorías del pueblo carente de recursos y necesitados de atención, muchas veces
de urgencia, es decir, cuando los segundos, los medicamentos, los equipos y la
atención oportuna del médico son determinantes para mantener vivo al ser humano
afectado. Es un asesinato contumaz robarse los aparatos e insumos médicos de la
red pública, porque tal actuación nefasta es condenar a la muerte a la inmensa
cantidad de seres humanos, quienes sin recursos económicos se apersonan en
hospitales y ambulatorios para ser atendidos.
Lamentablemente no es secreto
que tanto en el caso de las instituciones escolares como en las hospitalarias
existe la complicidad interna de algunos funcionarios jerárquicos como de
subalternos también, es decir, la corrupción y el desmedido deseo de lucro ha
enfermado parte de la comunidad laboral de esos Dos grandes sectores que hasta
hace muy poco tiempo, por la naturaleza de sus ocupaciones, se tenían como los
de mayores meritos y depositarios del gran aprecio social. Obviamente debo
hacer énfasis en que no son todos, porque eso está alejado de la realidad y
sería totalmente injusto contra la gente honesta y abnegada que ha hecho de la
educación y la salud una misión y pasión de vida, además sería admitir que todo
está perdido y por tanto entregarnos a la desgracia, lo cual es inadmisible
para una ser sensato o reflexivo.
Lamentablemente los cómplices
y los rufianes alcahuetes existen en este tipo de casos, así como es innegable
las mafias criminales que se crean o actúan en esos espacios intimidando,
amedrentando y hasta asesinando a quienes honestamente intentan confrontarlos,
porque entienden la gran importancia y necesidad de las instituciones educativas
y de salud. Es por ello que al conocer las características genéricas de los
robos, o el llamado modus operandi, comentadas entre la gente cercana o
trabajadora de esos sitios, se puede inferir la participación interna y hasta
las conexiones con funcionarios de seguridad o custodia.
Por lo pronto, el espacio no
permite mayores argumentos para afincar con más vehemencia nuestro llamado a la
sociedad, que de una u otra manera rodea o se vincula con instalaciones
escolares y hospitalarias, para que colaboren de cualquier forma en
preservarlas; nos queda la cuota de corresponsabilidad personal, en nuestro
caso actual, de manifestar y exponer el tema en el parlamento regional, a
objeto de hacer el llamado necesario a las autoridades pertinentes para que se
produzca un mejor accionar de los organismos de seguridad y justicia, así como
también de los controles internos de esas instituciones. Santa Rosa,
Biruaca, 09/06/2016.
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