Desiderátum Apureño.
Por: Oscar Adolfo Alvarado.
Hay conductas humanas que se manifiestan permanentemente en todos los estratos
sociales, aunque generalmente se pretende endilgárselas solo a quienes
pertenecen a los sectores populares de la ciudad y el campo, es decir, a los pobres
de la tierra. Tal es el caso del lambuceo o la lambuciadera, derivados del
adjetivo lambucio, vulgarismos muy venezolanos con los cuales identifican a
quienes tienen la mala costumbre de comer entre comidas, o al que se habitúa en
ir registrando en busca de sobras de la comida anterior, también llamado
Golosos.
Quizá tal etiqueta se la debemos precisamente a quienes en el mundo de la
intelectualidad se encargan de recopilar información, mirando las cosas malas
en los pobres y las buenas exclusivamente para los encopetados; pues, según nos
dice Alexis Márquez Rodríguez (Domingo, 12 agosto 2007), citando el Diccionario
del habla actual de Venezuela (F. J. Pérez y R. Núñez), al adjetivo “lambucio”
se le define de las siguientes formas: 1. Persona de escasos
recursos económicos y generalmente de poca cultura. 2. Persona que actúa
servilmente o halaga a alguien con el fin de conseguir algún beneficio.
3. Persona o cosa que no se considera importante. 4. Persona que continua e
insistentemente pide, busca y aprovecha todos los beneficios, especialmente
materiales, que pueda obtener de quienes se encuentren cerca. 5.
Persona o animal que come o lame los restos de alimentos dejados por
otros. 6. Persona que come con avidez. 7. (en los Andes) Persona que come
excesivamente”. Termina el autor diciendo que “Todas estas acepciones llevan la
marca de coloquial y despectivo, y, en general, puede decirse que en
Venezuela el “lambucio” es un ser despreciable.”
Pues bien, en algunas cosas pudiéramos coincidir con los lingüistas del
Diccionario del habla actual en Venezuela, más en la primera absolutamente ¡No!…
por lo siguiente: Ser de escasos recursos económicos o poca cultura no debería
ser una condición para adjudicarse la etiqueta de lambucio, porque estamos
cansados de ver y comprobar que muchísima gente de esas que tienen cuantiosos
saldos bancarios, habitan en importantes urbanismo, usan buenos autos, son
esnobistas en el vestir y miran de soslayo a los demás, que cuando van a una
reunión de fiestas o cualquier evento donde se reparten comidas y bebidas, al
término de las mismas se llevan una bolsa de las cosas que han repartido de tal
magnitud, que cualquiera creería que están imitando al barbudo mofletudo
conocido por la pajua risa jojojo y la ridícula ropa y gorro Rojos, muy
popular durante la navidad… el tal Santa Claus. También existen muchos
funcionarios que devengan altos sueldos en importantes instituciones o empresas
del sector público o privado quienes cada vez que organizan un evento o reunión
del personal, hacen lo mismo que los anteriores descritos y se retiran con el
carro lleno, producto de la “rastra curitera” que pasaron; y, otros
llegan al colmo de lo lambucio que se llevan para sus casas hasta los clips de
las oficinas, aunque no los necesiten. Es más, de esta estirpe hay los
lambucios extremos, que recogen hasta las sobras y lo justifican a viva voz
diciendo que es para los perros… lo que no sabemos es que si es para los de
cabeza negra o realmente para las mascotas peludas con funciones de alarmas
ladradoras.
En cuanto a la 4ta. acepción que dice: “Persona que continua e
insistentemente pide, busca y aprovecha todos los beneficios, especialmente
materiales, que pueda obtener de quienes se encuentren cerca.”
tendríamos entonces que durante las distintas elecciones y en los entornos
gubernamentales los “Lambucios” llegan a la categoría de epidemia. En tales
tiempos (de elecciones) hay fulanos llamados activistas quienes acaparan
afiches, franelas, gorras y cuanta cosa publicitaria estuvo elaborada con fines
propagandísticos, las cuales terminan devoradas por las polillas porque los
lambucios, en su afán patológico de provecho personal, no dejaron cumplir el
objetivo.
Así entonces que a este adjetivo posiblemente haya que agregarle nuevas
definiciones porque el propio Diccionario de la Real Academia Española dice que
“Lambucio” viene de “lamber”, que es una forma popular e inculta de
pronunciar el verbo “lamer”, definido como “Pasar la lengua por la superficie
de algo”… Bueno, esto trae complicaciones hermenéuticas porque para quienes
se dedican al tema del erotismo se pudiera interpretar que cuando el caballero
recorre con las “papilas gustativas” las protuberancias pectorales o la
innombrada de una fémina o en contrario, si es la chica que al consorte
“degusta” como quien tiene un helado de paleta, estarían obrando ambos como
unos soberanos lambucios, pero además imaginen un momento a los que en ese
mismo hecho, para agregar, estén bajo el estímulo de bebidas espirituosas o de
las llamadas afrodisíacas, no tengo duda alguna que un gato de los que se ceban
destapando ollas en las cocinas se quedaría pendejo en lo lambucio.
Para concluir sería bueno de todas formas entender que los lambucios están en
todos, los grupos étnicos, estratos sociales o ubicaciones geográficas. En
consecuencia, si al llegar a una reunión ve un fulano o fulana con una bolsa y
curucuteando cerca de las mesas de los pasapalos, puede usted estar seguro que…
¡Allí llegó el lambucio caramba…!
(Santa
Rosa, Biruaca, estado Apure, 22/01/14) desiderátum_apure@yahoo.com
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