En alguna oportunidad del año 1963 Ernesto Guevara de La Serna, mejor conocido como el “Ché” Guevara, afirmo que: “…decir
como hombre que se es apolítico es una cosa que yo no entiendo. Ser
apolítico es estar de espaldas a todos los movimientos del mundo, es
estar de espaldas a quien va a ser presidente o mandatario de la nación
de que se trate, es estar de espaldas a la construcción de la sociedad o
a la lucha porque la sociedad nueva que apunta no surja, y en
cualquiera de los Dos casos se es político. Un hombre en la sociedad
moderna es político por naturaleza.” Pues bien, es muy común oír
decir a mucha gente, de los que no participan como militantes de una
organización partidista, que ellos no son políticos ni les agrada para
nada la política. A otros que son menos en cuantía y suelen estar en
cargos de gerencia o dirección de entes públicos, generalmente muy
petulantes ellos, se les oye decir cuando un ciudadano les reclama el
correcto cumplimiento de sus funciones: -“Yo no soy político, yo soy un técnico cumpliendo mis funciones institucionales”,
Así el susodicho trata de eludir el compromiso de su responsabilidad
con las políticas estatales definidas por el Plan de Gobierno presentado
u ofertado en la campaña electoral de quien ahora es su jefe, electo
por efectos del sufragio mayoritario de la población nacional, regional o
municipal según sea el caso.
Esta situación de los “apolíticos”, dicho así entre comillas, es un argumento propio de quien al decir de Cantinflas, personificado por el mexicano Mario Moreno: “están faltos de ignorancia”; sujetos que se consideran propietarios de las verdades absolutas pero no resisten la primera discusión descarnada, pues suelen confundir la gimnasia con la magnesia y al presentárseles una discusión caen en el silogismo tautológico de hablar mucho o en demasía pero no dicen nada en concreto, exactamente igual a los rábulas, es decir, los muy malos abogados charlatanes y vocingleros cuyos únicos oficios son redactar documentos sobre plantillas ya preestablecidas pues no sirven para litigar.
Por consecuencia se puede ser apartidista o independiente, es
decir, no inscrito o vinculado a un Partido Político; sin embargo, ello
no nos hace apolíticos, porque de una u otra forma somos políticos
cuando tenemos el propósito de conseguir un objetivo, llegar a una meta u
obtener un logro; y en ese afán debimos antes haber trazado de alguna
forma la ruta de un plan, métodos, estrategias o técnicas para culminar
el arribo al punto de nuestros anhelos y aspiraciones. Seguramente
algunos lo harán con el auxilio de las ciencias, particularmente
aquellos quienes han podido adquirir el conocimiento en espacios
académicos, mientras otros lo harán guiados por sus convicciones,
experiencias, recomendaciones o sencillamente mediante el ensayo y el
error para ir adquiriendo la práctica que construye progresos. En ambos
casos la fuerza de empuje es el deseo de conquistar el final del camino
hacia donde se dirigía al momento del arranque o inicio; y, en otras
oportunidades, al decir de un escritor argentino: “A veces, lo que
importa no es tanto la ubicación exacta del destino final sino el ir
hacia dónde queremos llegar del modo en que lo propuso el poeta:
haciendo el camino al andar.” (Denes Martos) Todo ello forma parte del accionar político, bien sea en lo individual o también en lo colectivo.
Así pues que la política forma parte de nuestra condición humana
pero como pertenecemos al club de los animales, ya que no echamos raíces
ni somos capaces de producir el fenómeno de la fotosíntesis; aceptemos
entonces que también tenemos nuestra particular animalidad política, la
cual se torna diferente en cada individuo, aunque a veces surgen
agrupaciones de una especie. Por ejemplo: hay quienes se tornan
agresivos y quieren resolver violentamente todos los asuntos, ellos
entran en la categoría de los trogloditas o seres de las cavernas. Otros
menos, tienen por costumbre tomar las cosas muy tranquilamente y hasta
disfrutan pasando la responsabilidad propia hacia uno o varios actores,
esos son los que asumen la conducta de los Cucos, aquellos pájaros que
colocan sus huevos en nido ajeno para que los otros plumíferos los críen
desligándose los primeros de la suerte de su descendencia. También
existen los sujetos que utilizan el accionar partidista para disfrutar
de bacanales, permanentemente embriagados y tornándose como los Cerdos,
hartándose la panza y bebiendo hasta reventarse de llenos como un tonel
de añejar licores.
Convenzámonos entonces que nuestra animalidad política se expresa
en virtudes como también en defectos, todo depende de la naturaleza
propia en lo individual y de la conducta que se impone en lo social,
cuando se hace colectivamente. Por tanto vale la pena recordar a
novelista ingles Aldous Huxley quien afirmaba: “Cuanto más siniestros son los deseos de un político, más pomposa, en general se vuelve la nobleza de su lenguaje”, por su parte, el escritor – jurista brasileño, Ruy Barbosa, aseguraba que: “La peor de las democracias es mil veces preferible a la mejor de las dictaduras”, ambas expresiones no necesitan explicación y ojalá lográramos asimilarlas más que entenderlas, pues “Nuestra
civilización no ha sido construida para darle a la Vida las máximas
posibilidades de desarrollo. Ha sido formada, con frecuencia a costa de
ríos de sangre, para concretar objetivos, a veces increíblemente
abstractos, producto de nuestra propia soberbia racional, y a veces
increíblemente estúpidos, producto de nuestro insaciable afán de placer y
de nuestra Voluntad de Poder.”… será por tanto que Aristóteles
sigue teniendo razón cuando nos legó su máxima: “El hombre es, por
naturaleza, un animal político.”
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