Por: Oscar
Adolfo Alvarado.
El General José Antonio Páez,
quien fue el líder militar más brillante en los Llanos Venezolanos durante la
Guerra de Independencia, afirma en su Autobiografía, con sobrados argumentos,
lo siguiente: “La suerte de la República se jugó en los llanos del Apure en la acciones
de ‘Mata de la Miel’, ‘El Yagual’, ‘Mucuritas’, y la campaña de 1819 contra
Morillo; doloroso es ver que así no lo hayan entendido los que han escrito la
historia de nuestra independencia” Sin embargo, mucho tiempo después
los historiadores dieron la razón a lo expresado por el Catire Páez, por lo
cual estimamos que en el presente no deberían existir dudas del determinante y
valeroso aporte que los Bravos del Apure hicieron, con sacrificios incluidos,
para el logro de la emancipación venezolana, así como de otro conjunto de
naciones hermanas. Precisamente Miguel Acosta Saignes (Uno de los más
destacados estudiosos de la vida de Simón Bolívar y todo ese período de
epopeyas) en su Obra. Bolívar, Acción y Utopía del Hombre de las
Dificultades; escribe sobre los llaneros lo siguiente:
“La mayoría de los historiadores han tratado como
curiosidad al llanero e incluyen una que otra descripción realizada por
venezolanos o extranjeros como si se tratase de ilustraciones de la postal de
la Independencia. (…) es indispensable conocer el llano y los llaneros para
comprender el proceso de liberación. Allí no se trató de un grupo pintoresco.
Fue todo un pueblo de cultura pastoral quien batió en las llanuras a los
ejércitos europeos de Morillo, vencedores de las mejores tropas de Napoleón. No
es posible comprender a Bolívar, ni a ninguno de los grandes conductores, si no
se conoce a los hombres que hicieron posible la actuación de los dirigentes.
Sin estos llaneros desnudos, titulados por los extranjeros como de aspecto
feroz, seres de un mundo inconcebible en el Viejo Continente, no se habría
producido la derrota de los colonialistas españoles.”
Y
es que ciertamente la Batalla librada en el Hato “El Yagual” -08 de
Octubre de 1816- se destaca entre las magníficas proezas de los Bravos de Apure,
comandados por José Antonio Páez, durante el proceso emancipador. Fue aquel
hecho uno de los episodios donde la valentía se convirtió en epopeya y los
hombres llaneros trasmutaron a héroes. Sería precisamente esa intrepidez de
nuestros ancestros lo que hizo decir al General Páez que:
“Los Apureños mostraron siempre
en los campos de batalla todo el denuedo del Cosaco, la intrepidez del árabe
del desierto, y en sus virtudes cívicas el desprendimiento de los espartanos.
Ellos habían puesto a disposición de la causa patriota sus haciendas, y
consagrado a su triunfo su valor indomable, pues en los territorios que baña el
Apure, el número de los héroes se contaba por el de sus habitantes. ¡Qué
buenos, que bravos eran!”
Efectivamente la Batalla en el Hato “El
Yagual” fue una gran proeza, porque los Bravos de Apure, que venían moviéndose
desde “La Trinidad de Orichuna”, donde el 16 de Septiembre desconocieron a
Santander como superior, y mediante la designación de una nueva Junta habían escogido
al Teniente Coronel José Antonio Páez como Jefe Supremo del Ejército de Apure, ascendiéndolo
de inmediato a General de Brigada, con lo cual quedaron subordinados a su
comando los Generales: Rafael Urdaneta
(venezolano), Manuel Roergas de Serviez (Francés) y el Coronel Francisco de
Paula Santander (neogranadino); estaban integrados por 700 hombres organizados en
Tres Escuadrones a las órdenes de los Tres antes nombrados, se enfrentaron a
las fuerzas realistas integradas con 600 infantes y 1.700 jinetes, al mando del
Coronel Francisco López.
La victoria de aquella
memorable jornada abrió todas las oportunidades para que el Ejército de los
Bravos del Apure se fortaleciera y continuara sus operaciones triunfantes en el
Bajo Apure, con lo cual se establece un teatro de operaciones militares a favor
de la causa independentista en todo el Apure infinito, de hecho esta región se
constituye en la fortaleza más infranqueable para el Ejército Español, al punto
que José Antonio Páez lo señaló en su autobiografía con las siguientes palabras:
“No
cometo exageración en decir que si las tropas de Morillo hubiesen batido a las
Fuerzas de Apure, habría sido un golpe mortal para la causa patriota.”
Esta realidad palmaria se corroboraría con los años siguientes en muchas
acciones victoriosas de la guerra de independencia, entre las cuales destacan: “Mucuritas”
(28/01/1817), “Toma de las Flecheras” (06/02/1818), “Queseras
del Medio” (02/04/1819) y después la gloria columbra la historia de los
Llaneros inmortalizándolos en el Campo de Carabobo el 24 de Junio de 1821.
Tanta importancia tuvieron los Llaneros en
el Ejército Libertador que el propio Pablo Morillo, lo reconocía de la
siguiente forma: “Todo se debe a los
rebeldes de Venezuela, son estos como fieras cuando pelean en su territorio, y
si llegan a tener jefes hábiles, será menester el transcurso de muchos años
para subyugarlos, y aún así no podrá lograrse el objeto sino a costa de mucha
sangre y considerables sumas de dinero.”(5) Por tanto la historia, que
recoge el inefable dictamen del tiempo, nos coloca a los apureños en la cúspide
de la gloria, lo cual debe ser un patrimonio inmarcesible que amerita ser
revalorizado en el presente y proyectado entre nuestras nuevas generaciones con
visión de futuro, a objeto de continuar las luchas necesarias para enfrentar
las amenazas neocolonialistas, las que emergen desde otros centros de poder
imperial con empeños de dominio y
opresión.
Así pues que a 200 años de aquella gesta inmortal
en el Hato El Yagual, el concepto acerca del
llanero expuesto por el escritor venezolano Don Rómulo Gallegos, sigue
siendo una referencia: “...Y
vió que el hombre de la llanura era, ante la vida, indómito y sufridor,
indolente e infatigable; en la lucha, impulsivo y astuto; ante el superior,
indisciplinado y leal; con el amigo, receloso y abnegado; con la mujer
voluptuoso y áspero; consigo mismo, sensual y sobrio; en sus conversaciones,
malicioso e ingenuo, incrédulo y supersticioso; en todo caso alegre y
melancólico, positivista y fantaseador. Humilde a pié y soberbio a caballo.
Todo a la vez y sin estorbarse, como están los defectos y virtudes en las almas
nuevas."
(Biruaca, 04 de Octubre de 2016.)