Desiderátum Apureño.
Por: Oscar Adolfo
Alvarado.
Sin duda que nuestro título debe causar
cierta expectación y contrariedad al lector, porque civilizado se presume a
quien haya superado la condición primitiva del homínido sapiente que habita el
planeta Tierra; no obstante ese título lo hemos utilizado porque efectivamente
existen seres humanos en la actualidad nuestra venezolana, quienes aunque
caminan bípedamente, han perdido el pelambre “monoide” y viven en una época de cibernética y robótica,
lamentablemente tienen en el hipotálamo cerebral (digo yo que en ese sitio) una
“glándula” muy particular y todavía poco conocida por la ciencia, la cual segrega
una hormona generadora de conductas primitivas, cavernícolas o trogloditas, es
decir, pertenecen a la Civilización Primitiva, aunque anden alrededor nuestro.
Ciertamente nosotros hemos estado haciendo
el ejercicio de paleo antropólogos al recoger información sobre aquellos
sujetos de ambos sexos, concretamente los denominados “bachaqueros”, quienes
últimamente se han dedicado a la tarea de destrozarnos la vida revendiendo los
productos y mercancías de todo tipo a precios siderales. Son personas de
apariencia o fenotipo común o normal, pero de conducta o genotipo criminal,
especies de caníbales, verdaderos desalmados, gente sin escrúpulos y,
obviamente, incapaces de sentir un ápice de sensibilidad o solidaridad para con
alguien necesitado.
Los “civilizados primitivos” trabajan orquestados
y entre ellos podemos encontrar desde
jóvenes (o “vejucos”) de ambos sexos sin oficio conocido en el barrio,
pasando por el obrero o empleado de cualquier institución, bastantes
funcionarios uniformados de organismos de seguridad, buena cantidad de dueños
de comercios, hasta llegar a los encopetados que traen mercaderías “made in
extranjero”. En todos ellos la característica habitual es aprovechar de
adquirir a muy bajo precio, o incluso robar (que les resulta mejor) cualquier
cosa factible de vender y luego ofertarla con precios superiores al Mil por
Ciento. Por ejemplo; pueden robarse un medicamento anti – hipertensivo de la
farmacia del centro de salud y cuando a éste llega un infartado, lo ofrecen al
familiar en venta a un precio particularmente criminal, porque sabe que quien
lo necesite tan urgente pagará de cualquier forma. En todo caso, si no lo paga
y el paciente fallece, otro colega “civilizado primitivo” se encargará de
sacarle al familiar las tiras de la piel, con el precio de los gastos
fúnebres.
Estos sujetos, al decir de nuestros
abuelos, no tienen paz con la miseria, porque teniendo alimentos y medicinas en
su depósito de mercaderías, ni siquiera un famélico niño enfermo o hambriento
les ablanda el corazón de roca que tienen; pues aún siendo familiar de ellos,
no se lo venderían de ningún modo a bajo precio y regalárselo jamás sucedería.
Prefieren dejarlo morir y luego echarle las pestes al gobierno en sentido
general. El colmo es que en la cofradía de “civilizados primitivos” la
militancia política nada tiene de importancia. Los hay de derecha, de centro,
de izquierda, “ambidiestros”, además de los extremos también.
Pudiera ser que la valoración de nuestros
lectores estime que el sarcasmo no es la mejor o más idónea forma de referirse
a la desgraciada situación que padecemos en el presente los que tratamos de
llevar una vida normal, común y corriente. Cosa que es correcta pensarla así,
pero afortunadamente estamos absolutamente seguros que a esta altura no debe
existir en Venezuela ni un solo ciudadano trabajador, quien no haya sido
víctima de ese tipo de malos ciudadanos, más bien de criminales ciudadanos,
quienes andan estafando a los demás,
aprovechándose de la necesidad ajena y profundizando la escasez, el
contrabando interno y la inflación.
No es sarcasmo llamarlos de tal manera,
porque es inaceptable que en un país de tantas posibilidades materiales y tanto
talento humano, la gente honesta tenga que soportar estoicamente la espera en
una larga cola para adquirir un alimento, una medicina o un producto
cualquiera, pero que entonces cuando llega lo necesitado, se aparece un grupo
de bandidos con o sin uniformes, prevalidos de armas ilegales o reglamentarias,
a llevarse las cosas por montones para ir a revenderlo en otros lares, mientras
los demás quedan impotentes, enardecidos y desesperanzados sin poder comprar lo
que necesitan.
Este problema es muy difícil de resolver,
porque además que forma parte de una estrategia para intentar acabar con el
gobierno, tal y como la utilizaron en la república de Chile cuando Salvador
Allende fue Presidente, aquí una parte de la población perdió todo vestigio de
valores humanos porque se acostumbró a la dádiva, la vida fácil y el derroche,
posibilitado por la renta petrolera que dio y dio hasta más no poder para
mantener el clientelismo, el despilfarro y la corrupción. Sumado a todo lo
anterior, la anarquía y la delincuencia han rebasado la posibilidad resolutiva
de los organismos competentes, así como dentro de los mismos también la
corrupción corroe aceleradamente los soportes de moral que pudieran existir.
Tales casos son reseñados en la prensa a diario para certificar tal realidad y
no quedar nosotros por manipuladores, exagerados o mentirosos.
Manifestar todo lo anterior no implica la
renuncia a las convicciones y aspiraciones que tenemos por un mundo mejor, muy
por el contrario, para intentar resolver uno o varios problemas que están
patentizados en la realidad cotidiana, se hace imprescindible reconocer que
existen, valorar su impacto en la sociedad, exponer criterios sinceros ante los
afectados y estar dispuestos al debate creador, el análisis conjunto y
construir colectivamente las propuestas de solución necesarias. Porque creerse
dueño de las verdades y barrer por encima dejando la basura bajo la alfombra o
escondida en el rincón apartado, es tan igual como creer en las tonterías de la
vanidad que con el maquillaje o la cirugía estética se detendrán los efectos
del tiempo sobre el cuerpo, en la misma manera que ocultan circunstancialmente
las pecas y las arrugas… (Santa Rosa,
Biruaca, 06/07/2016).
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