Oscar
Adolfo Alvarado.
Dedicado al Abuelo Socialdemócrata, con funciones de Concejal Híbrido TUPAMUD en el Municipio
Biruaca.
Cualquier parecido con la realidad es mera “causalidad” (Causa,
origen, principio, en virtud de la cual se producen efectos.)
En un trabajo publicado el 22 de Febrero
del año 2007 (hace casi 9 años), titulado “Ñangaras”, le daba
respuesta a unos ignaros adversarios políticos, quienes creyendo insultar a los
militantes del PCV, erróneamente utilizaban esa etiqueta para calificar peyorativamente
a los irreductibles marxistas - leninistas que hacíamos vida activa en el
escenario partidista regional, algunos de los cuales hoy conservamos la misma
línea, mientras que otros saltaron la talanquera cual venados gruñidos por León
sabanero… Ahora resulta y nos hemos enterado, que aunque el “profesor Google”
está disponible permanentemente hasta en cualquier aparatico móvil de
comunicación, todavía persisten los necios que se resisten a instruirse, a
pesar de tener adjudicados títulos universitarios con los cuales vociferan
poseer conocimientos que no son tales. Es algo así como lo que decían o dicen
nuestras abuelas: -“Pasaron por la universidad pero la universidad no pasó
por ellos”, de lo cual se deduce que ese tipo de profesionales son de los
egresados con la “Mención Chuleta”, una calificación que se
otorga en calidad de “horrorífica”… lo dije bien: “Horrorífica” derivada de
HORROR y no Honorífica dignamente devenida de HONOR.
Pues bien, el que se mete a la diatriba
política debe tener argumentos para rebatir al adversario, porque si no los
tiene cuando intenta confrontar con palabras al otro suele hacer el ridículo, o
cuando menos intentará manipular a los sonsos oyentes para que lo alaben o
aplaudan adulantemente. Sería por eso que Phillip Dick decía: “El instrumento básico para la manipulación de la
realidad es la manipulación de las palabras. Si tú puedes controlar el
significado de las palabras puedes controlar a la gente que utiliza esas
palabras.” vayamos al grano entonces:
“En la Década (del 60 del Siglo XX) se
puso en Venezuela muy de moda la palabra “Ñángaras”, con ello se
etiquetaba, nombraba o identificaba a quienes tenían militancia de Izquierda, particularmente
a los comunistas. Resultaba entonces que los cuerpos represivos, así como los
dirigentes de la derecha, no dudaban en etiquetar o “marcar” a cualquier
persona de carácter contestatario, quien bajo un razonamiento científico social
criticara la acción de los gobiernos de entonces.
Para las décadas de los 70, 80 y 90 las
protestas populares y estudiantiles continuaban siendo dirigidas por los
militantes de Izquierda, particularmente los militantes del PCV, MIR, MEP, Liga
Socialista, MAS, Bandera Roja, Tercer Camino y muchas otras organizaciones, quienes
pregonaban el Socialismo como único modo de producción capaz de resolver las
injusticias y desigualdades sociales. Obviamente la contraparte, es decir, (…) la
derecha socialdemócrata o socialcristiana odiaban a “esa chusma” de “tierruos”
que amenazaban con quitarles el poder político para gobernar junto al pueblo. (…)
Ahora resulta que esa sociedad parte del triste pasado, hoy amenaza con
restaurarse porque muchos de esos zorros y camaleones, cambiados de ropaje,
durante un tiempo hicieron lo mismo del ayer pero en los años que van del actual
Siglo.
Muchos de los que nacimos en la década del
60, y en la del 70 ingresamos a la
Izquierda venezolana, incorporándonos a la combativa Juventud
Comunista pagamos nuestro sarampión revolucionario, propio de esa etapa juvenil
cuando fuimos formados en la filosofía de Marx y Lenin; luego en las
universidades y en la Escuela
de Cuadros Ho Chi Min del PCV, adquirimos el conocimiento del método científico
con el Materialismo Histórico y el Dialéctico para abordar la comprensión de la
evolución de la sociedad. Largas jornadas de lectura, estudio, debate y
confrontación nos hizo tener una visión distinta del mundo y su desarrollo. La
primera consecuencia fue que en nuestras familias tradicionales se nos trataba
como “una vaina rara” o una especie de “anticristo” por andar
hablando de filosofía materialista. Casi llegamos a ser desterrados de aquellos
hogares donde “adeco era adeco hasta la muerte” o el otro bando: copeianos
verdecitos hasta la médula. Fueron tiempos muy difíciles pero la firmeza y la
constancia sumadas al estudio permanente y la lucha consecuente junto a los
desposeídos fueron el crisol que mantuvo una inalterable convicción de avanzar,
allanando los riscos del camino con la certeza que algún día se lograría la
toma del poder político por parte del pueblo humilde. Por eso es que nos
llamaban “Ñangaras”, es decir, revolucionarios socialistas, rebeldes,
pertinaces, en fin, irreductibles.
Hoy día, en nuestra Venezuela Bolivariana,
los Ñangaras que quedamos de aquel entonces, estamos claritos que aquí no
existe Socialismo, que se han cometido muchos errores, que hay gente levantando
banderas de revolución solo para el circo, el teatro y la tramoya; sin embargo,
nosotros no hemos dejado de presentar nuestros argumentos y convicciones
propias defendiendo a la par las importantes conquistas y avances que han
permitido un elevado nivel de inclusión social, reconocido incluso por
importantes organismos internacionales, así como de grandes logros materiales,
entre los cuales la vivienda se destaca, hechos admitidos hasta por los actores
más recalcitrantes de la actual derecha venezolana.
Así pues que quien pretenda insultar a un
comunista etiquetándolo de ñángara, no está más que salivando hacia arriba sin
percatarse de la babaza que retorna a su cara. También debemos hacer honor a la
verdad y advertir que no todo aquel que se identifique como comunista lo es, ni
tampoco que ser comunista es sinónimo de perfección humana, eso sería una
concepción para incautos. Toda persona tiene virtudes y también defectos; y en
cualquier organización encontraremos gente muy talentosa y unos cuantos
muérganos también. En consecuencia, quien quiera hacer activismo político
sensata y democráticamente, debe tener cuenta de que por cada palabra que
exprese tendrá unos cientos que lo refuten o contradigan, si no entiende eso
puede terminar cataléptico de una calentura, preso por tornarse violento o lo
más grave, difunto por enfrentarse a otro loco igual de agresivo.
Así que como colofón, lo que modestamente
recomiendo a los interesados en la diatriba política de altura, no la de
albañales, es que si quieren debatir con equilibrio que al menos se tomen una
racioncita de buen humor, que revisen historia política, cultura general y cuiden
del correcto uso de la lengua, pues lo contrario sería la viva
manifestación de envidia para con los demás actores partidistas; y eso resulta
en que, al decir del filósofo alemán Arthur Schopenhauer(1788-1860):
“La envidia en los hombres muestra cuán desdichados se sienten, y su
constante atención a lo que hacen o dejan de hacer los demás, muestra cuánto se
aburren.” Santa Rosa, Biruaca20/01/2016. desideratum_apure@ yahoo.com
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