Desiderátum Apureño.
Oscar Adolfo Alvarado.
Siendo muy pequeños, cuando la familia solía retornar para pasar unos
días en aquel hermoso lugar campesino de donde somos originarios, el paso
Arauca, aprendimos a estar pendientes del camino para no correr el riesgo de un
mal rato o no llegar a tiempo al lugar de destino, por culpa de una “atollada”,
es decir, quedar atascados entre el barro y maleza en los bordes de la
rudimentaria vía rural de aquellos tiempos pretéritos. Incluso hoy día cuando
decidimos hacer turismo de aventura por esas infinitas sabanas de nuestro
Apure, siempre estamos pendientes de no perder el camino o quedarnos atollados
entre barro o médano, según sea invierno o verano.
Pues bien, como la vida de todo terrícola transcurre arrancando desde el
espacio vital del nacer y concluye en el fallecer, no hay duda que en el camino
siempre nos encontraremos vías muy expeditas para avanzar, así como también
dificultades que nos detienen e incluso algunas veces retrocedemos en lo transitado,
lo cual configura la experiencia que sirve de conocimiento y nos alerta para
dar los pasos futuros con mayor atención y acierto, además a su vez permite
convertirnos en “baquianos” para
contribuir a abrirle el camino más expedito a nuestros sucesores. Sin embargo,
en ese viaje existencial hay mucha gente porfiada, quienes se empeñan en irse
por otros atajos y terminan “atollados”…
si atollados en el tiempo, la desidia
y el atraso socio-cultural.
Si nosotros los apureños todos, sin excepción, nos detenemos un instante
a valorar hasta que nivel hemos logrado incorporarnos al progreso general de la
sociedad nacional, latinoamericana y mundial, no tengo dudas que determinaremos
estar “atollados”, cada cual a su
modo y con sus personales actitudes lógicamente, pero en sentido general las
causas son comunes y las encontraremos la mayor de las veces en los demás, por
esa conducta humana que nos hace tan difícil admitir los errores o culpas
propias y tan fácil asumir el rol de Pilatos
en cuanto a la sentencia mortal a Jesús el de Nazareth.
Así pues que admitir que estamos “atollados”
en el atraso no es exagerar que todavía somos como aquellos trogloditas o
primitivos habitantes de las cavernas (donde existían éstas claro está), pero
al comparar nuestras ciudades con otras latitudes, la Capital del Estado y las
de los Municipios junto con el comportamiento socio-cultural, la duda se
despeja y la verdad nos impacta con la fuerza de los hechos.
Sin alejarnos hacia la periferia de la ciudad y constatar lo dicho,
podemos pasearnos por el centro de la ciudad de San Fernando, la otrora llamada
ciudad de la esperanza, para observar el deprimente paisaje de basura a cada
centímetro; ventorrillos de comidas cuyos dependientes son la viva imagen de un
mal mecánico (por lo inmundo de la vestimenta) y los alimentos expuestos al
ambiente como para aderezarlos con la tierra que pulula al aire; barberos de
plaza o acera que dejan al viento la tarea de “barrer” el pelambre; autolavados viales que inundan calles y
avenidas contribuyendo a su destrucción; fruterías itinerantes que ocupan
lugares de mayor tránsito peatonal y consecuentemente las conchas de cambures que,
lanzadas al suelo, son la asegurada caída de… nalgas para un desprevenido transeúnte;
parques infantiles que son destruidos por adultos borrachos o irresponsables;
chatarras automotores convertidas en transporte urbano, con la opción de
fumigadoras por el volumen de humo que expelen; perros realengos y sarnosos que
dejan sus deposiciones por doquier, con tan mala suerte que se van adheridas a
nuestros zapatos y cuando llegamos al trabajo o la casa en vez del común saludo,
nos reciben con un espantoso ¡FOOOOSS!; en fin, en nuestras
ciudades la anarquía es lúgubre mientras que la actitud citadina sofoca y
angustia.
Insisto, más fácil resulta echarle las culpas a los demás que admitir
las propias falencias; la problemática es de larga data y cada vez se agudiza
mucho más por aquello del aforismo popular: “quien se pone adelante es para que lo sigan”. Las autoridades a
quienes les compete actuar en cada aspecto se distraen entre la cháchara y sus
particulares intereses, mientras que cada cual se antoja de materializar su “Derecho al trabajo” ocupando los
espacios públicos y empeorando el caos urbano.
Si seguimos en este ritmo de comportamiento socio-cultural continuaremos
atollados en medio de la anarquía, la desidia y el atraso general de nuestra
región. Pues es muy difícil que una sociedad mejore sus condiciones materiales
de vida colectiva si sus individualidades no mejoran la actitud y
comportamiento social para con los similares.
(Santa Rosa, Biruaca, 14/01/2016). desiderátum_apure@yahoo.com
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