Desiderátum
Apureño.
Oscar
Adolfo Alvarado.
Sin duda que la actual situación económica
de nuestro país tiene sus efectos más severos hacia los sectores populares, es
decir, la gente pobre del campo y la ciudad. Son ellos quienes más sufren las
consecuencias de la perversidad del acaparamiento, la escasez y el contrabando
de extracción, que a su vez inducen carestía, especulación e inflación; eso lo
sabe hasta el más ingenuo y con tal afirmación no estamos descubriendo la forma
de entibiar el agua. Sin embargo, todos esos fenómenos han tratado de ser
combatidos infructuosamente por las distintas instancias de gobierno, desde la
administración nacional, pasando por las regiones y Municipios, hasta las
organizaciones comunales, han intentado y ensayado cualquier método para hacer
llegar los alimentos e insumos generales a la población pero no han logrado
resolver sustancialmente el problema, lo cual ocasionó la obvia crispación
general de ánimos y produjo el pasado 6 de Diciembre, una pesada derrota
política al gobierno.
La mayoría de la población desea que pueda
ser resuelto el problema del acceso a los alimentos e insumos generales,
incluyendo las medicinas que son muy necesarias, pero aunque el Gobierno hace
los máximos esfuerzos por importarlos y aumentar la producción nacional, cuando
todo ello entra en las cadenas de distribución se desaparece un importante
porcentaje y la dificultad parece agudizarse. Obviamente que todo el asunto
tiene un trasfondo político y se enmarca dentro del ataque sistemático y
multifacético que existe contra Venezuela por parte de las naciones que
controlan el sistema financiero internacional, particularmente los precios del
petróleo, con los norteamericanos a la cabeza, quienes necesitan derrocar al
gobierno venezolano para regresar cómodamente con sus empresas transnacionales
a apoderarse de la importante renta petrolera que nuestro país puede generar,
la cual hoy han logrado mermar haciendo caer estrepitosamente el valor del
crudo para que el ejecutivo venezolano no tenga los recursos que permitan
paliar la crisis económica y sus consecuencias sociales y políticas.
En tales circunstancias los economistas
exponen las mil y una causas, así como exteriorizan igual cantidad de posibles
soluciones, entre las cuales los más extremistas incluyen condenar al
Presidente, su Gabinete, los Gobernadores y Alcaldes a la Guillotina. Sin
embargo; si bien es cierto todo lo anterior, no menos cierto es que todo el
problema tiene un elemento interno de mucho peso y de difícil levante por lo
extendido que se hizo, me refiero a la corrupción, esa abominación que se
convirtió en epidemia y de corrupción administrativa degeneró en corrupción
generalizada. Es impresionante como centenares de funcionarios y personas
comunes se nutren de las corruptelas y hasta se atreven a esgrimir su derecho a
cometerla porque un superior lo hace, es decir, justifican el delito como legal
con el pretexto que su jefe o un gobernante lo está haciendo. Algo así como
aquella desgraciada frase que una vez escuché: “Los adecos son mejores porque
roban y dejan robar”, vaya usted a saber tamaño descaro.
Es realmente indignante como algunos
funcionarios de la administración pública, incluyendo Policías, Guardias
Nacionales, funcionarios de organismos de inteligencia y seguridad de Estado,
oficialidad militar y hasta soldados, se dedican a la corrupción en sus
múltiples circunstancias, desde la muy conocida matraca callejera o de
alcabalas en carretera, pasando por el acaparamiento y posterior venta
especulativa, hasta los que dirigen el gigantesco y lucrativo contrabando de
extracción, que continúa desangrando al país por todas las fronteras terrestres
y marítimas, sin excepción.
La multitud afectada y encolerizada nos reclama
a quienes de alguna u otra forma tenemos responsabilidades gubernamentales, sin
embargo, los que por el nivel que ocupamos no tenemos posibilidad de tomar
medidas y algunas veces ni siquiera podemos exponer nuestras inquietudes ante
los decisores o sencillamente nos toman por sonsos, tomamos la alternativa de
elevar la voz en sentido general, a ver si llega ante quienes tienen el nivel
de asumir y ejecutar las acciones resolutivas. De allí que afirmamos
categóricamente que gran parte de la culpa de esta escasez y especulación de
productos alimenticios, insumos generales y medicinas, está en la exagerada
corrupción de muchos funcionarios públicos administrativos y cuantiosos
uniformados, quienes prevalidos de los uniformes y las armas que portan, conforman
con los primeros una entente perniciosa que mantiene en zozobra a la ciudadanía
y anula cualquier acción del gobierno -en sus distintos niveles- para resolver
los problemas y mejorar el estado de bienestar de los venezolanos. Por tanto,
si no se actúa contra tan pesado fardo, la anarquía tomará fuerza y no es de
extrañar el retorno de episodios similares al final de Febrero de 1989, aunque
para algunos les resulte una exageración lo que decimos. (Santa
Rosa, Biruaca, 28/01/2016). desiderátum_apure@yahoo.com
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