Desiderátum Apureño.
Oscar Adolfo Alvarado.
En aquellos memorables tiempos de la lucha
por la independencia, luego de la desgracia del terremoto del Jueves Santo 26
de Marzo de 1812, que destruyó gran parte de Caracas, el Padre Libertador llegó
a expresar: “Si la naturaleza se opone
lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca.” Aquella frase no fue
una insensatez de Bolívar, porque más que una actitud majadera sus palabras
eran la reacción ante el rumor echado a correr por algunos religiosos y
servidores de la monarquía española, quienes aseguraban que el movimiento
telúrico se había producido como castigo de Dios por la población haberse
rebelado contra el Rey. Se expresaba allí una manipulación mediática de los hechos
con fines políticos. Algo más o menos parecido a lo que intentaron hacer una
muy pequeña parte de descocados en Diciembre de 1999 cuando el deslave en el
Estado Vargas, pero sin resultado alguno porque obviamente no estamos en
aquellos tiempos de tanta superstición y escasa comprensión sobre los fenómenos
naturales.
Ahora en el presente de tanto desarrollo
tecno científico y masificación de la información, la Madre Naturaleza expresa
su enorme poder sacudiendo simultáneamente al globo terráqueo en distintos
puntos del pacífico en sus costas asiática y americana, ella reclama sus espacios
invadidos por la gente provocando inundaciones en varios países del Sur de
América y calcina a otros tantos negando las lluvias hacia la costa del Caribe
atlántico, es decir, la Madre Naturaleza Reclama el comportamiento brutal
contra ella por parte del ser bípedo e inteligente llamado Homo sapiens.
Todos estos eventos recientes traducidos
en catástrofes naturales en Japón, Ecuador, Uruguay, Argentina y Chile, entre
otros, han producido víctimas mortales y heridos, además de ocasionar penurias
o sufrimientos a millones de seres humanos por las consecuencias posteriores
que derivan de cada situación en particular; sin embargo, como dicen nuestros
abuelos: “Se acuerdan de Santa Bárbara
cuando llueve”. Es decir, durante mucho tiempo la humanidad ha venido
ultrajando a la naturaleza creyendo que tales acciones quedarían impunes, pero
cuando ella reclama es a la misma vez denunciante, juez y también el verdugo que
ejecuta la pena sin aceptar el trámite de apelación ni dilación alguna.
Si por mera curiosidad revisamos algunos
detalles de lo sucedido en varias latitudes del planeta, denotaremos que los
efectos no han discriminado a nadie por sus condiciones sociales; sin embargo,
la mayor desgracia cae sobre los sectores más deprimidos porque estos siempre
están en sitios geográficamente más vulnerables o en otros carentes de las
obras de prevención contra fenómenos naturales.
También es necesario resaltar que mucha
parte de las culpas les corresponde a los organismos responsables de la
planificación, desarrollo y control urbano en los distintos países. Hoy día
miramos por la prensa audiovisual e impresa que existen zonas devastadas porque
la población se asentó anárquicamente en zonas inundables o sísmicamente
vulnerables sin que sus autoridades hayan actuado oportuna y preventivamente.
Tales realidades que miramos con tristeza y dolor, pues nuestra sensibilidad
hace sentir como propios los sufrimientos ajenos, nos hace a la vez reflexionar
sobre los casos específicos que tenemos en el país o en derredor y
preguntarnos: ¿Cuantos barrios y caseríos que miramos diariamente están sobre
zonas muy vulnerables a los efectos de la naturaleza? ¿Seguirán permitiendo las
autoridades pertinentes que la gente invada y se asiente sobre zonas inundables
o sísmicamente inestables? ¿Será necesario que suceda una catástrofe para
después actuar lamentándose y tratando de remediar sobre lo que pudo ser
evitado?
Sin
duda que las respuestas y las reflexiones corresponden a todos, pues si bien
las autoridades tienen la mayor responsabilidad porque es a quien compete el
desarrollo urbano y tienen el apoyo de las normativas legales para actuar
preventivamente, la población también debe ser más sensata para comprender y
avizorar las posibles consecuencias de sus actos cuando ocupa anárquicamente
zonas naturales sin previa planificación urbana. Por solo citar un ejemplo
reciente en el caso de nosotros los apureños, que vimos la inundación reciente
de la capital del Municipio José Antonio Páez y sus zonas periféricas. Nos
preguntamos más allá del conflicto político institucional que allí continua sin
asomos de dar tregua ¿Los entes competentes y la comunidad organizada se han
dedicado un momento para analizar con profundidad las causas, las consecuencias
y decidir las acciones que se requieren para resolver efectivamente los
problemas a objeto que en lo futuro no vuelvan a suceder eventos análogos en
ese lugar y en otros tantos con similares realidades a lo largo y ancho del
territorio apureño? Esperaré sentadito el debate que hoy pretendo estimular con
este enfoque.
Santa Rosa, Biruaca, 21/04/2016. desideratum_apure@
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