lunes, 25 de abril de 2016

Cuando la Naturaleza Reclama…

 
Desiderátum Apureño.
 Oscar Adolfo Alvarado.
 
     En aquellos memorables tiempos de la lucha por la independencia, luego de la desgracia del terremoto del Jueves Santo 26 de Marzo de 1812, que destruyó gran parte de Caracas, el Padre Libertador llegó a expresar: “Si la naturaleza se opone lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca.” Aquella frase no fue una insensatez de Bolívar, porque más que una actitud majadera sus palabras eran la reacción ante el rumor echado a correr por algunos religiosos y servidores de la monarquía española, quienes aseguraban que el movimiento telúrico se había producido como castigo de Dios por la población haberse rebelado contra el Rey. Se expresaba allí una manipulación mediática de los hechos con fines políticos. Algo más o menos parecido a lo que intentaron hacer una muy pequeña parte de descocados en Diciembre de 1999 cuando el deslave en el Estado Vargas, pero sin resultado alguno porque obviamente no estamos en aquellos tiempos de tanta superstición y escasa comprensión sobre los fenómenos naturales.
 
     Ahora en el presente de tanto desarrollo tecno científico y masificación de la información, la Madre Naturaleza expresa su enorme poder sacudiendo simultáneamente al globo terráqueo en distintos puntos del pacífico en sus costas asiática y americana, ella reclama sus espacios invadidos por la gente provocando inundaciones en varios países del Sur de América y calcina a otros tantos negando las lluvias hacia la costa del Caribe atlántico, es decir, la Madre Naturaleza Reclama el comportamiento brutal contra ella por parte del ser bípedo e inteligente llamado Homo sapiens.  
 
     Todos estos eventos recientes traducidos en catástrofes naturales en Japón, Ecuador, Uruguay, Argentina y Chile, entre otros, han producido víctimas mortales y heridos, además de ocasionar penurias o sufrimientos a millones de seres humanos por las consecuencias posteriores que derivan de cada situación en particular; sin embargo, como dicen nuestros abuelos: “Se acuerdan de Santa Bárbara cuando llueve”. Es decir, durante mucho tiempo la humanidad ha venido ultrajando a la naturaleza creyendo que tales acciones quedarían impunes, pero cuando ella reclama es a la misma vez denunciante, juez y también el verdugo que ejecuta la pena sin aceptar el trámite de apelación ni dilación alguna.
 
     Si por mera curiosidad revisamos algunos detalles de lo sucedido en varias latitudes del planeta, denotaremos que los efectos no han discriminado a nadie por sus condiciones sociales; sin embargo, la mayor desgracia cae sobre los sectores más deprimidos porque estos siempre están en sitios geográficamente más vulnerables o en otros carentes de las obras de prevención contra fenómenos naturales.
        
     También es necesario resaltar que mucha parte de las culpas les corresponde a los organismos responsables de la planificación, desarrollo y control urbano en los distintos países. Hoy día miramos por la prensa audiovisual e impresa que existen zonas devastadas porque la población se asentó anárquicamente en zonas inundables o sísmicamente vulnerables sin que sus autoridades hayan actuado oportuna y preventivamente. Tales realidades que miramos con tristeza y dolor, pues nuestra sensibilidad hace sentir como propios los sufrimientos ajenos, nos hace a la vez reflexionar sobre los casos específicos que tenemos en el país o en derredor y preguntarnos: ¿Cuantos barrios y caseríos que miramos diariamente están sobre zonas muy vulnerables a los efectos de la naturaleza? ¿Seguirán permitiendo las autoridades pertinentes que la gente invada y se asiente sobre zonas inundables o sísmicamente inestables? ¿Será necesario que suceda una catástrofe para después actuar lamentándose y tratando de remediar sobre lo que pudo ser evitado?
 
     Sin duda que las respuestas y las reflexiones corresponden a todos, pues si bien las autoridades tienen la mayor responsabilidad porque es a quien compete el desarrollo urbano y tienen el apoyo de las normativas legales para actuar preventivamente, la población también debe ser más sensata para comprender y avizorar las posibles consecuencias de sus actos cuando ocupa anárquicamente zonas naturales sin previa planificación urbana. Por solo citar un ejemplo reciente en el caso de nosotros los apureños, que vimos la inundación reciente de la capital del Municipio José Antonio Páez y sus zonas periféricas. Nos preguntamos más allá del conflicto político institucional que allí continua sin asomos de dar tregua ¿Los entes competentes y la comunidad organizada se han dedicado un momento para analizar con profundidad las causas, las consecuencias y decidir las acciones que se requieren para resolver efectivamente los problemas a objeto que en lo futuro no vuelvan a suceder eventos análogos en ese lugar y en otros tantos con similares realidades a lo largo y ancho del territorio apureño? Esperaré sentadito el debate que hoy pretendo estimular con este enfoque.
Santa Rosa, Biruaca, 21/04/2016. desideratum_apure@yahoo.com

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