jueves, 15 de octubre de 2015
Rutina Mortal…
3:42 p.m.
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Oscar Adolfo Alvarado.
El primer día de este mes Octubre, luego del asesinato de 13
estudiantes en el colegio comunitario de Umpqua en Roseburg, Oregón –
Estados Unidos, el presidente de ese país, Barak Obama, lamentaba que
las muertes por causa de la violencia armada se habían convertido en una
rutina. Tan ciertas fueron sus palabras que al otro día sucedió otro
hecho similar de ataque armado a inocentes estudiantes, donde por
fortuna no hubo víctimas mortales.
Pues
bien, el problema del uso de las armas por motivos fútiles contra los
demás seres humanos es un asunto que en los gringos se remonta al
mismísimo momento de la llegada de los colonos ingleses a ese espacio
territorial del Norte de la América, similar a lo que nos sucedió de
este lado Sur del continente con la llegada de Colón, pues cuando se
inicia la pugna por consecuencia de las ambiciones humanas, sin duda
aflora la violencia y cuando la violencia se establece como práctica
cotidiana para justificar esas ambiciones, la muerte se convierte en
rutina progresiva mundial.
Es así
entonces como la desmedida ambición por apoderarse de los recursos o
materias primas de las demás naciones, por parte de los norteamericanos
principalmente, y de sus originarios aliados europeos también, se ha
globalizado la rutina mortal y nuestro planeta pervive en medio de
conflictos armados, algunos justificados en estúpidos argumentos
religiosos como los del medio oriente y otros por razones baladíes
inventadas para recolonizar territorios y someterlos, tales como los de
Palestina, Libia, Ucrania o Afganistán, por solo nombrar unos pocos.
Los países imperialistas por causa del desarrollo de un
sofisticadísimo arsenal de guerra y la consecuente proliferación de
armas de fuego de uso personal en todo el mundo, nos han convertido en
un planeta violento y criminal. Nuestra existencia discurre entre una
permanente incertidumbre y el desespero o sospecha de que en el lugar
menos esperado estará un sujeto con la mente perturbada, cuya mano
empuña un arma con la cual segarle la vida a un transeúnte para quitarle
un teléfono móvil, cualquier objeto material o el salario obtenido con
tanto esfuerzo, al ciudadano trabajador.
Algunos “especialistas populares” de la psicología social o de las
masas arguyen que en las desigualdades sociales están las causas
principales de la violencia y el crimen; sin embargo, quizá tales
teorías, como toda “fundamentación hipotética”, ameritan de revisiones y
actualizaciones más contemporáneas para sostener sus argumentos
frívolos. No creemos que un fulano o fulana habitante de barrio o
caserío pueda justificar el delito o asesinato de un semejante, porque
tenga una necesidad cualquiera o porque su situación existencial sea
mediana o extremadamente precaria. Quizá es la exagerada alcahuetería y
desmedida tolerancia, junto con la corrupción abismal de los órganos de
justicia, lo que ha establecido la impunidad colosal y la patente de
corso para todo el que quiera delinquir y ultimar seres humanos en el
mundo entero.
Obviamente que, además de la
intención globalizada de los países desarrollados por recolonizar
pueblos, existen muchos otros elementos influyentes y generadores de
conductas malsanas en nuestra sociedad. La apología al delito, el crimen
y las desviaciones humanas, en series audiovisuales, medios masivos de
comunicación, películas y video-juegos, así como el descuido y
desatención por parte de los padres y madres, entre otros factores, son
agentes encubiertos que ingresan en los hogares y van permeando la
conducta de niños y jóvenes, sustituyendo valores por antivalores y
exaltando lo reprensible, delictivo o ruin; configurándose entonces en
las mentes, de la sociedad que emerge, un modus vivendi conflictivo y
corrompido que se adopta como normal o hecho común aceptado
tranquilamente.
Así pues que los
ciudadanos sensatos de cualquier país del mundo rechazamos las guerras
de exterminio y toda conducta violenta y criminal, tanto como sentimos
propio el dolor de padres y madres que pierden sus hijos en reiterados
hechos de tiroteos en instituciones educativas de los Estados Unidos y
otros países, al igual que en sucesos delictivos similares en caseríos,
pueblos, ciudades o metrópolis del planeta que habitamos; y muy
particularmente en nuestro país. En consecuencia no descansamos en la
pertinaz reflexión, llamado permanente y lucha incesante por una
sociedad mundial más respetuosa y practicante de las normas de
convivencia ciudadana, los valores humanos y las bienhechoras enseñanzas
legadas por nuestros antepasados en favor de la fraternidad, la
concordia, la justicia y la paz en todo el mundo. (Santa Rosa, Biruaca,
15/10/2015).
desiderátum_apure@yahoo.com
lunes, 5 de octubre de 2015
Lo que nada nos cuesta…
9:42 a.m.
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Oscar Adolfo Alvarado.
Los venezolanos que ya hemos experimentado al menos medio siglo de
existencia y los que por estudio de la historia conocemos el devenir socio
económico de la Nación, estamos enterados de las diversas bonanzas, derivadas
de la renta petrolera, que han sucedido en varios gobiernos. Muy diversas han
sido las dádivas o regalos repartidos cada lustro, bajo la denominación de
políticas sociales; y, muchos son los gerifaltes que se cuentan también por
haber sacada provecho propio de las mismas. Incluso hasta un ex – ministro
delincuente se fue a Inglaterra con la botija a reventar y con tales caudales
el tipo se compró un título nobiliario, convirtiéndose entonces de Blanco
orillero americano a flamante Sir de la noble sociedad Inglesa. Junto con ese
cleptómano muchos más en cada gobierno, sin excepción, han saltado las
fronteras con el botín sustraído del erario público, pasando ellos a alimentar
el voluminoso inventario de pillos venezolanos en el extranjero.
Al parecer la impunidad de aquellos sujetos de conducta deshonesta se
convirtió, desde tiempos de la Colonia española, en cultura para el ejercicio
de la función pública y de amplia aceptación en la sociedad, pues a cada
funcionario elegido o designado en un cargo de mediana o elevada importancia,
se le atribuía, o atribuye todavía, una nueva condición social signada por la
demostración de riqueza y la metamorfosis de ciudadano sencillo a fachendoso
individuo abstraído en el submundo de los petulantes. Ello trajo como
consecuencia que los electores venezolanos durante la segunda mitad del Siglo
XX decidían su voto, en cada proceso electoral, favoreciendo a quienes se
destacaran más por repartir dádivas provenientes del robo al patrimonio público;
y, para nada importaba si tal o cual plan de gobierno era realizable y
provechoso para el país, lo importante para elegirlos era cuan más numerarios
resultasen los regalos otorgados… migajas que caían desde la mesa donde
depredaban al tesoro nacional.
Tal cultura de la dádiva, obsequio o regalo ha sido muy difícil
erradicarla, pues su enraizamiento durante tanto tiempo en la sociedad, hace
casi imposible suplantarla por el retorno de la cultura laboriosa que se destacó
en tiempos pretéritos de la Venezuela Agraria, antes de la aparición del
Petróleo. Tan establecida es esa cultura que si una de las tantísimas personas
honestas que existen, ejerce un cargo y no demuestra fastuosidad de inmediato,
al poco tiempo su nombre queda por apellido, porque de allí en adelante será
identificado como: “el pendejo…” y
después agregan su nombre de pila, es decir, si no roba es un tonto de marca
mayor, pero si roba y algo de lo sustraído lo regala entre los activistas y
pedilones, pasa a convertirse en Don fulano, o cuando menos lo gradúan
súbitamente, así sea un soberano analfabeto funcional, porque los adulantes lo
comienzan a tratar con cualquier título académico, desde el muy “cacheroso” “Doctor”, pasando por “Ingeniero”
hasta el más común de “Licenciado”.
Obviamente que mientras más pusilánime sea el funcionario, el hala mecates
logrará mejores regalos en la medida que sea más baboso para con el primero.
En consecuencia de todo lo anterior descrito, en el presente sucede que
las políticas sociales implementadas por el Gobierno Nacional hacia los
sectores más deprimidos de la población, se siguen considerando por muchos
terrícolas como parte de aquella cultura nefasta y no como una acción para
transformar el modo de producción nacional y generar una sociedad más
igualitaria y equitativa en el acceso y distribución de los bienes y servicios.
Para explicarnos mejor en el asunto exponemos Tres Casos demostrativos: La
Misión Alimentación, la Misión Vivienda Venezuela y la dotación de Equipos Electrónicos
para los estudiantes (Canaimas y Tabletas).
En los Tres casos grandes sectores de la población no conceptualizan a
esos beneficios sociales como la masificación del acceso a un derecho constitucional,
ejecutado por parte de los órganos del Estado, al contrario todo es considerado
como un regalo e incluso quienes adversan al Gobierno lo consideran populismo
gubernamental. En consecuencia el uso y abuso de tales beneficios termina
materializando en la realidad lo que es la creencia popularizada, es decir, los
beneficios otorgados son regalos. Entonces como los alimentos subsidiados son
provenientes de la Misión alimentación, por ende del Gobierno; significa que
cada sinvergüenza quien pueda acopiar una importante cantidad de los mismos, en
complicidad con funcionarios corruptos, puede crear su propia red de “bachaquerismo” y lucrarse a su antojo
porque él también tiene su derecho de “rebuscarse”
económicamente, con lo cual se pretende legalizar un flagrante delito. Así
mismo algunos profesionales de la invasión de terrenos ajenos, muchos de ellos
delincuentes, invocando los derechos humanos como pretexto ocupan una parcela, construyen
un rancho, luego por algún ente del Estado acceden a una vivienda, pero a los pocos días
de habérselas adjudicado la venden y se van a otro terreno a seguir la práctica
invasora para volver a ganarse una importante cantidad de dinero sin sudar ni
una sola gota; situación esta que lejos de resolver el problema de la vivienda
lo magnifica, pues algunas parejas de jóvenes de clase popular o media quedan
fuera del acceso a ese beneficio colectivo, sin contar que además las
invasiones generan muchísimos más problemas de prestación de servicios
públicos. Mientras que en el caso de las computadoras Canaimas y las Tabletas Electrónicas,
que deberían ser para mejorar los procesos educativos e incorporar a los
estudiantes en las Tecnologías de Información y Comunicación para adentrarse en
los procesos científicos de punta, son muchas de esas Canaimitas que terminan
como soporte electrónico principal de los equipos de sonidos en quienes viven
de alquilarlos o en las muy comunes campañas religiosas que a diario miramos en
calles, parques y avenidas, esto sin mencionar las que son utilizadas por los
adultos en las visitas a las páginas “coloradas” del Internet.
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