lunes, 9 de mayo de 2016
Siniestros Ejemplos.
10:55 a.m.
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Desiderátum Apureño.
Oscar Adolfo Alvarado.
Recientemente se produjo el asesinato de una joven pareja integrada por
un militar y su esposa, tal hecho fue reseñado ampliamente por los medios de
comunicación y muy rápidamente los organismos de investigación lograron
esclarecerlo. El autor intelectual fue el propio hijo de militar quien había
contratado por 400 Mil bolívares a otros jóvenes para cometer el crimen. Así
mismo la prensa reseñó la decisión de un tribunal quien sentenció a Diez años
de prisión a un adolescente de apenas 15 años cumplidos, autor material e
intelectual en el abominable crimen de la cantante de música llanera Elisa
Guerrero, en cuya casa trabajaba de doméstica la madre del asesino… estos Dos
casos apenas son una muy pequeña porción de siniestros hechos delictivos
reseñados a diario por la prensa, donde aparecen involucrados adolescentes o
muy jóvenes como autores criminales, quedando muchos hechos más que solo se
conocen en los lugares donde suceden.
Este tipo de hechos funestos casi que han
adquirido la naturalidad de eventos comunes y parte de la población ni se
inmuta cuando algún ciudadano lo comenta o algún medio lo informa, es decir,
pareciera que la gente comenzara a acostumbrarse o lo peor aceptarlos estoicamente.
En definitiva sería la pérdida de la sensibilidad humana y con tal pérdida los
valores humanos echados al basurero, con la consecuente emersión de la
anarquía, la violencia y la inseguridad ciudadana.
Otra situación que también aparece con elevadas
estadísticas son los embarazos precoces y las enfermedades de transmisión
sexual en adolescentes y jóvenes; Dos situaciones que sin lugar a dudas van a
incidir en la caracterización y las conductas de nuestras inmediatas
generaciones. Así como por otra parte los miles de accidentes en motocicletas
está creando una generación inusitada de lisiados que ya comienza a mostrarse
terriblemente en barrios urbanos y caseríos campesinos.
Los sociólogos, psicólogos y psiquiatras
seguramente tienen mucho campo abierto para sus investigaciones y estudios, así
como también muchas serán las conclusiones sobre causas y consecuencias, tanto
como numerosas las recomendaciones que sus deducciones derivarán; sin embargo,
la mayor de las veces el común de la población sin tener criterios razonables
generaliza imputándole exclusivamente el origen de los males a la educación…
Pues bien, es innegable que la buena
educación genera muy buenos ciudadanos y la esmerada y excepcional educación
debería resultar en excepcionales prohombres, al menos eso es lo que cualquier
ser racional estima o tiene por norma y convicción. Pero resulta que toda norma
también tiene su excepción, porque en extraordinarias familias han salido y
salen uno que otro muérgano que malogra el pundonor familiar. Así que entonces
no es correcto imputar todos los trastornos a la educación como tampoco es
correcto exonerarla absolutamente de los extravíos. Dejando por cierto muy
claro que hacemos referencia a la educación familiar y no al sistema educativo
escolarizado, porque este último amerita otro espacio de análisis.
Ahora bien, nuestra sociedad actual, como
producto del fenómeno globalizante, está llenándose de muy siniestros ejemplos
que hasta no hace mucho tiempo eran insólitos en nuestro país. Realidades como
el sicariato colombiano, el pranato mexicano, las maras centroamericanas y la
prostitución al modo tailandés, entre otras nefastas prácticas, se han ido
posicionando en nuestras comunidades. Ante tales escenarios lo más fácil para
los insensatos es hacer responsable a los demás y hacer lo que dicen del
Prefecto de Judea, Poncio Pilatos, en la
acusación a Jesús… lavarse las manos. Empero de nada sirve lavarse el final de
las extremidades si el resto del cuerpo continúa sin higiene.
Si bien las autoridades tienen la fuerza
de las leyes y la atribución para el uso de la violencia potencialmente mortal
cuando se desbordan las primeras, no menos cierto es que en nuestras familias
residen los mejores métodos para evitar, entre nuestros descendientes, la propagación
de los siniestros ejemplos que a diario suceden. Si de la firmeza de nuestros
antecesores aprendimos las buenas conductas, debemos entonces seguir la buena
senda y advertir a los sucesores que son los buenos ejemplos el sendero por
donde deben transitar.
Un bachaquero, por ejemplo; está
enseñándoles a sus hijos que el robo es un modo de vida natural y aceptable,
por tanto, si cuando el muchacho llegue a adulto asesina un familiar u otro
fulano para robar, el culpable primigenio está en quien mostró el primer
ejemplo y el muchacho sencillamente lo “superó”. Así mismo cuando un
funcionario de seguridad pública prevalido de su uniforme y armamento practica
el bachaqueo para supuestamente compensar un sueldo insuficiente, no se
diferencia en absolutamente nada del ladrón-drogadicto que asalta a mano armada
para obtener los recursos con los cuales adquirir la materia prima que permitan
satisfacer su adicción psicotrópica.
En consecuencia, desde la madre, abuela o
tía que por creerse amorosa, ante una falta o desviación conductual del niño lo
alcahuetea y confronta airadamente al padre, abuelo o tío severo que lo
castiga, estarán sumando uno a uno los malos ejemplos que se instalaran en el
hipotálamo cerebral del futuro adulto, de la misma forma como la gallina “grano
a grano llena su buche”. Con la diferencia que la Gallina termina en un
suculento y beneficioso sancocho, mientras que el adulto malhechor, aparte de
los males que causa a la ciudadanía, tarde o temprano, finaliza en la cárcel o
el cementerio.
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