jueves, 11 de diciembre de 2014
LOS ENEMIGOS DE LAS CIUDADES.
Desiderátum Apureño.
Oscar Adolfo
Alvarado.
Según algunas referencias recogidas en el ensayo “Proceso causante del primer
urbanismo”, del Antropólogo Estadounidense Charles L. Redman, dedicado durante
mucho tiempo al tema de los Estudios Medioambientales en la Universidad Estatal
de Arizona, nos dice que: “Hace unos 6.000 años empezaron a formarse en
diferentes partes del mundo grandes pueblos y, más tarde, ciudades a partir de
lo que habían sido sociedades agrarias.” añade además que “Parece ser que la
revolución urbana se produjo por primera vez entre los años 5500 y 3500 a.C. en
Mesopotamia, amplio territorio que en la actualidad incluye Irak, así como el
suroeste de Irán y el oriente de Siria.” Este autor, así como un número
importante de historiadores han trabajado el tema del origen y evolución de las
ciudades, entre lo cual obviamente nos mencionan las causas y consecuencias del
establecimiento o sedentarización de los humanos. Sin duda que es un asunto
interesante para quienes tenemos pasión por conocer acerca del pasado, entender
nuestro presente y contribuir o sugerir para que las nuevas generaciones puedan
llegar a vivir en un mejor futuro, no vaya a ser que ante la locura militar-
nuclear termine de achicharrar la tierra y solo quede el polvo cósmico del
planeta.
Pues bien, la ciudad sin duda alguna, nos ha permitido a lo largo del tiempo
desarrollarnos como sociedad, y, a la gran mayoría de la humanidad le gusta la
vida urbana; así lo demuestran las estadísticas de población mundial. Sin
embargo, las ciudades tienen enemigos y para colmo, éstos son como los
helmintos que se introducen en el ser humano: ingresan, se alojan y van
desarrollándose mediante un ataque nocivo al organismo vital, es decir,
se aprovechan al máximo del anfitrión pero hacen todo lo posible para matarlo.
Tal cual son aquellos que se empecinan en ocupar las áreas verdes, aceras,
plazas, parques y cualquiera otro de los espacios de uso público para
aprovecharlo en beneficio exclusivo o individual, contraviniendo las leyes y
demás normas de convivencia ciudadana, pero… si alguna autoridad llegare a
intentar resarcir o mejorar el derecho colectivo, como debe ser, los enemigos
de las ciudades de inmediato alegan cualquier subterfugio, entre ellos: su
derecho al trabajo o a la vivienda.
En muchísimos casos los enemigos de las
ciudades son los culpables de la postración urbana, pues con su anarquía
impiden que se emprendan acciones para mejorar la condiciones medio ambientales,
del habitad y de los servicios públicos en general. En esas circunstancias es
muy difícil que los urbanistas puedan desarrollar su talento y los buenos
gobernantes su intención de hacer o lograr una buena gestión.
Por otra parte, hoy día cuando la dinámica urbana de la alta densidad
poblacional nos agobia y el estrés laboral nos enferma, pues el tiempo
pareciera no alcanzar para cubrir las responsabilidades familiares junto con
las del oficio profesional, una gran mayoría reclama espacios libres para la
recreación y el entretenimiento, pero un gran conjunto de estos lugares son
ocupados por los enemigos de las ciudades, quienes siendo una ínfima minoría,
se antojan de negarle el derecho a las grandes multitudes, algunas veces con la
venia de la alcahuetería y negligencia de gobernantes flojos o incapaces.
En consecuencia de tales realidades que forman parte de la generalidad
nacional, y sin duda también en otros países, es importante que en nuestro caso
regional y municipales, miremos con una mayor atención, sindéresis y
ecuanimidad las pequeñas, medianas o importantes acciones que en el presente se
desarrollan, de cara al futuro, para que nuestra capital estadal (San Fernando)
y las respectivas municipales, vayan mejorando su estética urbana. Allí se debe
entender que la sola acción de los entes gubernamentales no basta para lograr
resolver con prontitud, pertinencia y efectividad las enormes deficiencias
acumuladas a lo largo de muchos años de desidia oficial y anarquía ciudadana.
Si aspiramos a vivir en mejores condiciones urbanas, es necesario asumir la
cuota de corresponsabilidad que a cada mortal terrícola nos concierne. No se
trata, en este caso, de argumentar militancia partidista, adherencia religiosa,
formación académica, condición económica u origen étnico para justificar lo
injustificable. Se trata sí de asumir el reto de ser mejores ciudadanos y
diferenciarnos de los enemigos de las ciudades. Con tal actitud a lo mejor no
vamos en un año a transformar a San Fernando en la Súper Metrópolis del Milenio
y las capitales municipales en sus hermanas menores, pero seguramente serán un
tanto menos hostiles en sus urbanismos y nosotros acrecentaremos el sentido de
pertenencia junto con el orgullo del gentilicio llanero. (Santa Rosa, Biruaca,
la noche del 10/12/2014) desiderátum_apure@yahoo.com
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